miércoles, 27 de agosto de 2008

VERSOS VILES










LA ESCRITURA, DEIDAD SUMERIA

La escritura, deidad sumeria,
capaz de disolver los más intrincados nudos,
aunque encuentre infestado de obstáculos
su transcurso. Reticencias, desánimos,
acideces del temperamento, tramas
pasionales, enamoramientos que envejecen,
progresiones geométricas todas
de pura vacuidad.

La escritura, deidad sumeria, todo lo tiñe,
lo raya, lo resume, lo raspa o lo salpica.
Desaparece un rostro, desaparece
el parpadear de una mirada, desaparece
la plenitud de un seno, desaparece
la curva de una cadera. Hasta que
triunfa al fin la neutralidad,
arquera y auriga, invicta
en silenciosas batallas.

Cuando anochece, el escriba anhela,
exhausto, agonizante, que la escritura,
deidad sumeria, le sobreviva.






PERFIL SOBRE DOS RUEDAS


Agraviado por el perfil de
la Realidad,
en abstracto, me duelo solo,
sin el auxilio de ningún idioma.
Circulo sobre la pista
de unos vastos disimulos
que se encadenan porque sí.

Navego, avanzo,
floto a la deriva en las aguas
del anonimato común. Receso
activo, constituyo margen,
eslabono
secuencias interinas,
mientras regresamos
al temperamento de otra normalidad.

Objetivamente, apenas soy nadie,
aún para mí. Me reconozco
en primer lugar
montado en esta bicicleta,
me identifico, me afirmo
por el esfuerzo de mis cuadriceps
femorales, antes que por el asentamiento
de unas ideas elevadas, o por el vuelo
de unas complicadas nociones
de conjunto.

Existo entre mis pies y mis pedales.
Sufro de fugaces impaciencias
que nuestras ruedas
fragmentan al milímetro.




PERFIL DE NUESTRO LADO ZURDO
(Conclusiones a ras de medianoche)




Que vos, abominable híbrido,
conocías apenas una Magna Lógica
y una sola Metafísica de las Costumbres:
la lógica del apetito sin paciencia,
y la metafísica del hartazgo sin saciedad.

Que a vos te fascinaba el gran grotesco,
que ese era tu género específico,
vinculado al expresionismo alemán,
en prosa, en verso y en dibujos.

Vos trataste de explicar,
de justificar tus irregularidades:

“Lo que sucede es que tengo ojos,
mi amor, no se me escapa nada,
el gran grotesco me busca,
me asedia en todas partes,
me prefiere, me persigue”.

“Además somos, con los alemanes,
los noruegos y los holandeses,
anatomistas rigurosos todos.

No mentimos”.

Pero tampoco esta vez dijiste nada.

Quedó así.






CUANDO UNA HOJA DE PAPEL
DA COLETAZOS Y CHORREA

Un poema, me parece, debería
ser un fragmento de diálogo
con unas deidades primitivas,
anteriores a la invención
de los idiomas y las religiones,
anteriores a la misma individuación
de los seres vivos.

Una vez pensada esta verdad
dentro de un cuarto oscuro,
con puertas y ventanas cerradas,
nuestra inspiración comienza a farfullar,
fluye tumultuosa, entrecortada,
hasta que emergen aquí y allá
unas crestas de frase sin cuerpo.
O viceversa.

Tales concreciones de nuestra vocación
tienden a procesarse luego sobre unas delgadas
láminas de papel. Lo cual se nos antoja
un oficio tan egipcio,
aunque ya haya pasado de moda esta manera
absorta de contemplar aquello que tampoco
se encuentra a nuestro alrededor.

De repente nuestras frases se enlazan
por puro instinto de afinidad prosódica,
mientras el escriba compone su figura,
para asestarle al aire algunos palos de ciego...

Y al final, prendido en el extremo de un cordel
que enlaza y anuda nuestro anzuelo
da coletazos y chorrea como un pescado
nuestra especie monstruosa de poema.

(Pero en caso que sucediera lo contrario,
sería siempre mejor que lo explicaran otros).

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